Ficha Técnica. Dirección:
Avenida de Cesáreo Alierta, 8 - 50.008 ZaragozaHaga Clic para ver el Mapa. Clic para ver el Mapa. IntroducciónEn esta crítica hablaremos del hermano mayor de Q-art, el Restaurante Colette. Un establecimiento definido por sus propios propietarios como un restaurante de alta cocina e incluso de los calificados de autor. AmbienteDe estética moderna y tremendamente mimada, toda ella compuesta por tonos oscuros. Entre los negros y grises marengos se sitúan las 8 mesas con las que cuenta el establecimiento. El salón, con capacidad para no más de 30 personas, está rodeado por paredes en tonos grises oscuros, decoradas en ciertos lugares por baras de bambú que, con ese tono verde tan vivo, consiguen, junto con las sillas/sillones en color gris claro y de tacto aterciopelado, dotar al local cierta vida y luz. No podemos olvidarnos del menaje que, para no perder la línea del local, es todo en tonos blancos, al igual que las mantelerías de un blanco impoluto, con platos de formas originales y grandes copas, continuando así con la estética original y moderna pero cumpliendo al mismo tiempo con la comodidad. Sin duda, si hay un detalle que llame poderosamente la atención una vez que estás dentro del comedor, es un lienzo que viene a ser una foto/retrato del alma mater de Colette, Félix Baztán, al que se ve de frente posando de una forma llamativa con una mesa ante él como dando los últimos toques a uno de sus platos. Un detalle ciertamente original al tiempo que algo egocéntrico de dar a conocer al público la cara del artífice de los platos. ServicioDado lo pequeño del local, es normal que sólo dos personas se ocupen del servicio. Quizás para la poca gente que estábamos un poco lento y algo frío. En cierto modo algo que puede resultar normal en este tipo de establecimientos. Sin duda, el dato a reseñar es que te sirven muchos de los platos con un guante tipo manopla en color blanco para que nada consiga “contaminar” el plato que vas a degustar. Comida/CartaUna carta algo corta en cuanto a variedad de platos y aunque sus nombres tratan de dotar a los platos de cierta originalidad, en el fondo son platos que puedes tomar, no diremos que en muchos sitios, pero sí en cualquiera de los restaurantes de este tipo. Si bien el número de entrantes es más que considerable, las carnes y los pescados se quedan un tanto escasos. No más de 5 ó 6 platos entre los que elegir: lenguado, rodaballo, merluza o rape y entre las carnes solomillo, cochinillo, carrilleras de presa ibérica y a destacar como plato diferenciador el buey de kobe, una carne muy poco habitual en las cartas actuales. Los postres son lo más elaborado de la carta, unos 7 postres para elegir que se elaboran con mimo, por lo que tendrás que pedirlos a la vez que eliges los platos principales. PrecioComo es de suponer los precios son bastante elevados. Nada que objetar a este respecto ya que cuando uno entra en un restaurante de este tipo es lo que se puede esperar. Los entrantes rondan casi todos los 18/20€ a no ser que se pida algo muy especial tipo marisco o jamón ibérico. Y las carnes casi todas los 22/25€ mientras que los pescados no bajan de los 25/30€ hablando siempre de platos “normales”, lejos de manjares como pueda ser el Buey de Kobe que tiene unos precios casi prohibitivos, bueno, sin el casi. En cuanto a los postres una media de 8€ por cada uno, también lo habitual en postres elaborados de este tipo. Opinión de Sonia AgudTenía unas enormes ganas de poder ir a Colette y tras el buen sabor de boca dejado por Q-art, estaba plenamente convencida de que seguiría la misma línea de buen hacer que el pequeño de la familia. Sin embargo, desde el primer momento en el que me senté en sus cómodas butacas de color gris claro y suave tela aterciopelada, algo me hizo ver que la visita no sería lo que esperaba. No os puedo decir qué fue lo que me hizo tener esa impresión aunque sí que os avanzaré que lamentablemente no me equivoqué. El comienzo no estuvo mal con una invitación de la casa a una copa de Moët. Sencillamente exquisito, para qué negarlo. Y una pequeña sorpresita. Un pequeño rulo situado en el plato al que le echaron agua y se convirtió en una graciosa servilletita con la que poder lavarte las manos antes de comenzar la cena. Detalle típico de estos establecimientos pero no por ello deja de ser curioso. Aunque no deja de ser la versión chic de las toallitas calientes de los restaurantes japoneses. Al abrir la carta me quedé ciertamente sorprendida al comprobar lo corta que era. Y, aunque sabía que los precios serían altos, no me podía imaginar que fueran tan desorbitados. Decidimos tomar para compartir unas vieiras en salsa de calabacín (18€) y raviolis de presa ibérica (18€). Y de segundos, lenguado con risotto (29€) y solomillo al foie con setas (22€). Nos dejaron también carta de vinos y de aguas, detalle que no suele abundar en muchos restaurantes de nuestra capital. Viendo los precios, nos decidimos por un agua normal y por un buen vino pero de los asequibles de la carta, un Enate crianza (13.50€). El postre nos comentaron que era necesario pedirlo al mismo tiempo ya que están muy elaborados. Es un detalle que comprendo pero, sin saber como te vas a quedar tras la comida, es algo que personalmente no me gusta. Así que decidimos pedirnos un dome de chocolate (8€) para compartir. Antes de traernos el primero nos pusieron un pequeño aperitivo, dos mini taquitos de foie sobre una base de caramelo y una alfombra de jengibre y canela. Estaba muy bueno, la verdad. Opinión de Javier RiojaComo ya hablé un par de veces en la crítica del Restaurante Q-art, ganas tenía de visitar este Restaurante Colette. El comedor es visiblemente pequeño con predominancia de tonos grises y mesas para 4 comensales bien separadas. Dos camareras, la encargada de sala y una más jovencita nos atendieron bastante bien. En Colette lo primero que hacen es pedirte la chaqueta y traerte las cartas (enormes) de comida, carta de aguas del mundo y vinos (200 referencias típicas). La carta… he de decir que los precios me sorprendieron y asustaron en principio y tampoco vi nada especialmente apetecible, en los segundos un lenguado por 29€ y los primeros básicamente lo mismo que en el Q-art con la diferencia de los platos que escogimos. Las diferencias con Q-art son obvias desde el primer momento, en vez de cava ofrecen una copa de Moët. Vamos con el pan… sólo 3 para elegir esta vez, multicereales, oliva negra y normal, excelentes pero una vez están calientes, cuando se enfrían pierden bastante. Para untar con el pan nos trajeron acto seguido un cuenquito con trocitos de parmesano, tomate y albahaca nadando en aceite de oliva. Y antes de traernos el primer plato nos traen otra cosilla… esta vez un pequeñísimo foie, con una florecilla con polvo de especias. No estaba mal, aunque demasiado "mini". Vamos con los platos… Raviolis. Sólo 3, daba vergüenza compartir el plato cuando nos preguntó la camarera, pero lo hicimos antes de ver lo poquito que era. No estaban mal… tampoco gran cosa. Las vierias excelentes, pero igualmente sólo 3… 3 bocados a 6€ cada uno con una crema de calabaza suavecilla. Fue lo único que me convenció de Colette. Toca el turno a otro aperitivo marca de la casa, esta vez lágrimas de caramelo rellenas de aceite de oliva. Algo raro, como si te metieras un caramelo insípido en la boca y a los 4 segundos te cae un par de mililitros de aceite… hasta que te terminas el caramelo. Es original, pero si esto es el resultado de la experiencia de Félix Baztán, chef de alta cocina con gran currículum, poco lo puedo recomendar. Lo mejor fue el solomillo, la carne tampoco era gran cosa pero estaba bien y sobre todo acompañado por unas setas y un trocillo de foie grass que realzaban un buen plato por 22€. Por cierto, plato bastante peculiar y poco ergonómico a la vez porque no podías dejar los cubiertos dentro, o caían dentro o fuera del plato. El lenguado me pareció más malo que bueno y el arroz que le acompañaba como casi toda la cena, “bueno” a secas. Toca el postre de 8€. Bueno no, que antes nos traen otro detallito. Mi valoración en la calidad de la comida no cambia valga 12€ o 50€, y esta vez la comida ha sido buena, pero como he dicho varias veces, a secas, y si pago 130€ por una cena para dos, qué menos que la comida sea algo más que buena, o que el paraje por lo menos sea diferente, exclusivo u original que no es el caso (la única exclusividad la da el rango de precios y la criba al gran público). La calidad/precio es deficiente y Felix baztan desilusionante, porque hace gracia que el restaurante de al lado, el de cocina de mercado sea –para mí por lo menos- infinitamente más recomendable porque básicamente tiene todo lo bueno de uno siendo más barato y sin las pijadas de Colette. Sobre el servicio, siendo bueno, tampoco creo que sea muy normal ver fumar a una de las camareras detrás de la cortina. No lo he visto ni en la Bodega del General. Sorpresa por un lado y desilusión por otro. Sólo puedo recomendar el sitio a personas que vayan bien sobradas de dinero, que por cambiar de aires elijan este restaurante en Zaragoza. Aunque siempre habrá muchos incondicionales del cocinero que le sean fieles, a mí no me ha llamado la atención en absoluto, dándome igual los 126€ del precio final, porque si me hubieran cobrado 70€ la calidad seguiría siendo la misma, subiendo eso sí la nota de calidad/precio. Pero no es el caso. Mucha pijada mal resuelta y aires de gran restaurante de alta gama con comida de calidad normal y detalles de restaurante de medio tenedor.
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Javier Rioja © 2006-2022
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